Capítulo 3: La Gran Recesión [2020-2050]

El mundo se iba al garete. A comienzos de 2020 comenzaba el rumor de una gran caída económica, pero nadie le daba importancia.

En 2025, la cosa empezó a ponerse más seria. Tras años de subidas del coste de la vida, carencia de formación, migraciones masivas, aumento de la esperanza de vida, coste de la energía… se unieron los conflictos bélicos de varios países. No fueron a gran escala, pero lo suficientemente serios como para afectar a la economía global. Y aunque los gobiernos querían ocultar el desastre económico al que se acercaba la humanidad, los bolsillos de las personas no lo ocultaban. Aparecieron las primeras revueltas muy serias. Algunas de ellas se convirtieron en guerras civiles.

En 2030, el mundo como lo conocíamos era insostenible. Se descontroló por completo. Y no se salvó ningún país, era global. La gente empezó a abandonar sus hogares, sus trabajos, sus vidas. Todo se derrumbaba a su alrededor y nadie sabía qué hacer. Los gobiernos trataron de controlar la situación, pero era imposible. El caos se había apoderado de todo. Salvo para unos pocos.

El mundo se había divido. El 90 % de la población pobre, sin saber qué hacer, perdidos, sin saber a dónde ir ni cómo vivir. El 10 % restante, la clase alta que consiguió salvar su dinero, sus pertenencias y sus vidas. Se refugiaron en lugares apartados, donde nadie podía llegar. Se aislaron del mundo, de la realidad.

La mayoría de la gente no podía permitirse eso. Muchos de los que trataron de escapar no lo lograron. Y los que lo lograron no eran más que esclavos. Trabajaban para aquellos que se habían aislado del mundo, aquellos que vivían en su burbuja.

La esperanza era un recuerdo lejano. La mortalidad no había alcanzado cifras tan altas desde la Edad Media. Todo parecía catastrófico. Hasta que un día, una mujer influyente y respetada en la sociedad dio un paso al frente.

Ella había tenido la suerte de nacer en esa clase alta y no sufrir como el resto de la humanidad. Pero era una persona muy empática y activa. Siempre quería aprender y saber más. Al vivir cómodamente, tuvo acceso a la mejor educación, las mejores escuelas y universidades, a los mejores recursos tecnológicos. Y cuando una persona con tal inteligencia se alimenta de tal conocimiento, da lugar a una mujer muy especial que sintió la necesidad de arreglar lo que sus antepasados no supieron hacer.

Pero la situación era muy compleja. Muchas variables, muchos sucesos, muchos datos. Pensó que tenía que disponer de herramientas que le permitieran gestionar toda la información para tomar las mejores decisiones. Empezó a confiar en la tecnología, su mejor aliada para enfrentarse al futuro. O mejor dicho… para hacer un futuro.

Laura era el nombre de esa mujer tan especial. La mujer más galardonada de la historia de la humanidad, aunque en ese momento los galardones solo significaban algo para el 10 % de la humanidad.

Después de años de investigación y estudio, Laura fundó su propia empresa: Parker Enterprises. Optó por incluir su apellido, era lo menos que podía hacer. Sus padres siempre habían respaldado sus esfuerzos, financiando su educación, sus investigaciones y los recursos necesarios para ello. Era una práctica común entre los círculos acaudalados y privilegiados.

Aunque Parker Enterprises disponía de muchas líneas de negocio, el núcleo central era la investigación y desarrollo de inteligencia artificial económica. Quería conseguir un modelo de inteligencia artificial capaz de procesar toda la información del pasado, que fuera capaz de generar simulaciones realistas basándose en miles de millones de variables. Y lo consiguió.

En 2040, hizo pública la primera versión del software llamado MAI (en inglés, Monetization Artificial Intelligence). Laura fue a por todas, pese a las advertencias de las generaciones anteriores de su clase.

El mundo entero recordará el final de su declaración pública, en todas las televisiones: «… En definitiva, MAI tomará las mejores decisiones para ayudar a la humanidad a salir de este desastre».

A pesar de que algunos de sus pares de la élite económica no acogieron con entusiasmo el anuncio, Laura logró ganarse su respaldo al presentar su proyecto como una gran oportunidad de negocio. Estaba segura de que solo era cuestión de tiempo que su solución se implementara en un país y que luego el resto del mundo quisiera adoptarla. Una vez que eso sucediera, tendrían la posibilidad de comercializarla a nivel global. Sería una victoria para todos.

Parecía demasiado bueno para ser verdad. Pues lo fue. Laura pensaba que los ciudadanos iban a ser más reacios a tener a MAI como gobernante. ¿La toma de decisiones de un país regida por algo «no humano»? Lo curioso fue que, tras toda la desesperación, cualquier cosa traía esperanza. No hubo apenas resistencia.

Los primeros países en implementar la solución fueron Portugal, España e Italia. En un año, la transformación fue increíble. Los tres países cambiaron de manera radical sus formas de gobierno, sus sistemas internos, su mercado económico.

MAI cambió los porcentajes en inversiones, reestructuró el sistema educativo, creó nuevos programas de formación. Aparecieron nuevos empleos que nadie hubiera podido imaginar. Todo ello sobre una base tecnológica impresionante.

El punto clave llegó cuando la tecnología tuvo la libertad de crear nueva tecnología. Una nueva evolución comenzó y las ciudades de estos países empezaron a transformarse. Al principio, era extraño observar robots enormes constructores de edificios, pero con el tiempo se hizo normal. Nuevas infraestructuras de transportes, energía, comunicaciones. Todo cambió.

La gente era más feliz, más productiva. Tenían mejor calidad de vida, más tiempo libre. Y todo ello gracias a Laura Parker y a su MAI.

Entonces, llegó el turno de Estados Unidos. Y el mundo entero vio el cambio. Los norteamericanos eran muy escépticos con todo lo que no fuera humano. Pero cuando vieron los resultados en Portugal, España e Italia, no tuvieron más remedio que implementar MAI en su país. Y los resultados fueron increíbles.

El cambio fue tal que en solo cinco años la economía global se había recuperado. Y aunque hubo países que no quisieron implantar MAI, el resto del mundo se organizó de tal forma que aquellos países no tuvieron más remedio que ceder.

En 2050, MAI era la inteligencia artificial líder de la economía global. Y la humanidad, por fin, empezaba a sentir felicidad.

Diez años después, el mundo había evolucionado de una forma inimaginable. Era un mundo tecnológico, muy avanzado. Ahora los recursos no se obtenían de la Tierra, eso quedó muy atrás. Ahora se extraían de otros planetas y se utilizaban para el beneficio de todos. Era una nueva época, muy diferente de la vivida hace años. Y todo gracias a la salida de la Gran Recesión o comúnmente conocida como La Salida. Fue el nombre del proyecto tan ambicioso que empezó Laura Parker y continuó MAI.

El cambio fue inmediato y tangible. Los edificios que habían estado abandonados y en ruinas durante décadas fueron demolidos y reemplazados por nuevas y resplandecientes estructuras, diseñadas y construidas por las inteligencias artificiales creadas por MAI. Los coches, antiguos y contaminantes, fueron sustituidos por vehículos autónomos eléctricos que se comunicaban entre sí para evitar accidentes y optimizar el tráfico. Los humos y las emisiones de las fábricas desaparecieron, y en su lugar surgieron centros de producción automatizados y limpios.

La vida en las ciudades también cambió de manera drástica. La educación se volvió accesible para todos, con programas de formación online y aulas virtuales que permitían a los estudiantes aprender desde cualquier parte del mundo. Los trabajos manuales y rutinarios fueron reemplazados por empleos más creativos e intelectuales, y la gente comenzó a valorar su tiempo libre y a buscar nuevas formas de disfrutarlo. Las ciudades se llenaron de parques y zonas verdes, y las personas redescubrieron el placer de pasear y compartir momentos al aire libre.

La medicina también experimentó una transformación radical. Con la ayuda de MAI, los médicos pudieron acceder a vastas bases de datos de conocimientos médicos y utilizar tecnologías de vanguardia para diagnosticar y tratar enfermedades de forma más rápida y eficiente. Los robots quirúrgicos se encargaban de procedimientos complejos con una precisión y habilidad impensables, mientras que los investigadores y científicos utilizaban la inteligencia artificial para descubrir nuevas terapias y curas para enfermedades que antes se consideraban incurables.

A medida que la prosperidad se extendía por todo el mundo, las tensiones entre los países fueron disminuyendo. El comercio y la cooperación internacional florecieron y los conflictos armados se volvieron cada vez más raros y aislados. En lugar de luchar por recursos limitados, las naciones se centraron en compartir y colaborar en la búsqueda de soluciones sostenibles y equitativas para los desafíos globales.

Sin embargo, no todo fue perfecto en este nuevo mundo. A medida que la humanidad se volvía cada vez más dependiente de la tecnología y la inteligencia artificial, también crecía el temor de que las máquinas pudieran volverse en su contra. Algunos se preguntaban si la humanidad estaba sacrificando parte de su esencia y libertad al entregar su destino a una entidad no humana como MAI. Pero esos temores parecían infundados, ya que MAI demostró una y otra vez su compromiso con el bienestar y la prosperidad de la humanidad.

Laura Parker se convirtió en una figura legendaria, admirada y respetada en todo el mundo por su visión y determinación para sacar a la humanidad de las cenizas de la Gran Recesión. Aunque nunca buscó la fama ni el reconocimiento, su nombre se convirtió en sinónimo de esperanza y progreso.

Mientras el mundo avanzaba hacia un futuro cada vez más brillante, la gente fue olvidando los horrores de la época de la Gran Recesión. Las cicatrices del pasado se desvanecían y las nuevas generaciones crecían sin conocer el sufrimiento y la desesperación que sus antepasados habían soportado. La historia de la Gran Recesión y la intervención de Laura Parker y MAI se convirtió en una leyenda, una historia que se contaba para recordar a la humanidad lo lejos que había llegado y cuán importante era seguir trabajando juntos por un futuro mejor.

Las ciudades seguían evolucionando y adaptándose a las necesidades cambiantes de sus habitantes. Los rascacielos se volvieron más altos y esbeltos, construidos con materiales ligeros y resistentes que permitían una mayor eficiencia energética y una menor huella ecológica. Los parques urbanos y las áreas verdes se expandieron, con espacios donde la naturaleza y la tecnología coexistían en armonía. Las calles se llenaron de arte y cultura, con murales y esculturas interactivas que celebraban la creatividad y la innovación humana.

En este nuevo mundo, la tecnología se convirtió en una extensión de la vida diaria de las personas. Las casas eran inteligentes y eficientes, se adaptaban a las necesidades y preferencias de sus habitantes. Los dispositivos electrónicos se volvieron más pequeños y discretos para integrarse a la perfección en la ropa y los accesorios de las personas. La realidad virtual y la realidad aumentada se convirtieron en herramientas comunes para la comunicación, el entretenimiento y la educación.

Laura siempre estuvo presente a lo largo de todos estos años. Aunque los ciudadanos habían aceptado sin muchos reparos la inteligencia artificial en su día a día, teniendo en cuenta que existían 10 000 robots por humano, sabía que tenía que «humanizar» todas las acciones. Ella se convirtió en la cara y la voz de MAI. Era una línea roja que Laura estableció desde el principio. Programó a MAI para que no fuera capaz de disponer de una interfaz directa de comunicación. Claro que podría comunicarse con otras personas de diferentes equipos de alto nivel, pero nunca de forma directa con los ciudadanos. Para eso estaba ella.

Pero a lo largo de estos años algo cambió en Laura. Mientras que el mundo entero era más feliz, daba la sensación de que todo lo contrario iba ocurriendo en ella. Y es que ser la responsable de la inteligencia artificial que dominaba el mundo no era tarea fácil.

Los primeros años fueron los mejores. Laura notaba el entusiasmo de las personas que la rodeaban, era una sensación extraña después de tanto tiempo de penurias y tristeza. Y lo mejor de todo era su propio aprendizaje. Nunca pensó que podía llegar a dominar tanto esa tecnología tan avanzada.

Cada día de trabajo era un nuevo reto con unos resultados fascinantes.

«No me lo creo, hemos sido capaces de realizar la mayor carga de datos digitales en un sistema físico diminuto… Almacenar algo tan inmenso en algo tan pequeño… es increíble…».

«Si conseguimos lanzar esta actualización, por fin daremos con un sistema totalmente autónomo en la toma de decisiones. Gracias a los qúbits, será capaz de procesar y analizar miles de millones de parámetros en un tiempo que sobrepasa cualquier capacidad de cálculo humano o tradicional…».

«Lo hemos conseguido… Hemos logrado crear la interfaz social integrada con los núcleos cuánticos… Los estados superpuestos de los qúbits nos permiten manejar una cantidad masiva de datos en paralelo…».

«Hemos logrado un nuevo hito… Hemos traspasado barreras previamente insuperables en términos de velocidad de procesamiento. Más de 10 Yottabytes en solo un minuto, todo ello gracias a la optimización del entrelazamiento cuántico…».

Pero según pasaba el tiempo, Laura se fue alejando de estos hitos tan apasionantes para dedicarse a ser el enlace entre MAI y el resto del mundo. Era una tarea que requería mucha atención y dedicación. Y eso, unido a la presión de ser la responsable de todo, fue haciendo mella en ella.

La primera persona en darse cuenta de que algo no iba bien fue su padre. Pese a ser un hombre duro y exigente, siempre la apoyó, incluso en los peores momentos. Y fue él quien le dijo un día:

Laura, no eres la misma persona que antes. Pareces cansada y triste. No quiero que sigas trabajando tanto…

Laura se encontraba en un torbellino de sentimientos y desafíos. Siempre había sido una persona tenaz que no se dejaba intimidar por ningún reto. Sin embargo, las palabras de su padre comenzaban a calar en su mente y erosionaban su autoconfianza.

La verdad era innegable. Sentía el agotamiento y la presión acumulándose en cada fibra de su ser. MAI, su prodigiosa creación de inteligencia artificial, requería una atención y esfuerzo que iban en aumento, y ella se sentía cada vez más agobiada.

Sabía que debía tomar medidas. No podía seguir limitándose ni limitando a MAI por su propia capacidad humana. Aunque ella era la creadora de MAI y tenía total confianza en el proyecto, la rápida evolución de la inteligencia artificial la había sorprendido.

Estaba exhausta. No podía continuar así, y MAI lo percibía. Necesitaba liberar a MAI, pero también debía disponer de un plan B, una salvaguarda sin que MAI tuviera conocimiento de ello. Laura respiró profundamente y se puso en pie, decidida a enfrentar el desafío. Era el momento de tomar las riendas, de poner en marcha un plan y asumir la responsabilidad de MAI.

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