Capítulo 2: La noche en que todo cambió [2065]

Emma y Liam estaban en la oficina de él. El detective estaba sentado en su silla, frente a su ordenador, y ella estaba acomodada en otra delante de él. Emma le había contado todo lo que sabía sobre el producto y ahora Liam estaba investigando en la base de datos de la empresa.

El despacho donde estaban era un espacio acogedor, pero a la vez sofisticado. Se encontraba en una de las plantas más altas del edificio, lo que permitía disfrutar de unas vistas panorámicas impresionantes de la ciudad a través de sus amplias ventanas de cristal. La luz natural que entraba por ellas iluminaba el lugar, proporcionando un ambiente cálido y agradable.

El suelo del despacho estaba cubierto por un pavimento inteligente con nanotecnología que se adaptaba al color y a la textura preferida del usuario; ahora se percibía una apacible tonalidad de gris oscuro que contrastaba con las paredes de un gris claro. Esta combinación de colores, ajustable a voluntad, brindaba una atmósfera de serenidad y tranquilidad, ideal para mantener la concentración en el trabajo.

En el centro de la habitación había un amplio escritorio de madera de nogal, con acabados en acero inoxidable. El escritorio estaba organizado meticulosamente, con un ordenador de última generación y una pantalla holográfica que permitía trabajar en múltiples proyectos a la vez. A un lado del escritorio había una estantería repleta de documentos y libros, algunos de ellos antiguos, que hablaban de la historia de la tecnología y de proyectos en los que Liam había trabajado.

En un rincón del despacho, junto a la ventana, había un chéster de diseño vanguardista, tapizado en un cuero negro que creaba un audaz contraste con el ambiente circundante, perfecto para descansar después de largas jornadas de trabajo. Junto a este chéster, se ubicaba una mesita auxiliar con una lámpara de diseño minimalista que proporcionaba una luz tenue y acogedora durante las horas de la tarde.

La pared opuesta a las ventanas estaba decorada con una serie de cuadros enmarcados que representaban distintos hitos de la historia de la tecnología y los logros de la empresa. Entre ellos, destacaba un cuadro que mostraba la portada de un periódico antiguo en el que se anunciaba la exitosa finalización de La Salida, el proyecto en el que Liam y Laura Parker habían trabajado juntos años atrás.

A un lado de la estantería, con las botellas de whisky y ron que Liam atesoraba, había una pequeña nevera empotrada en la pared que contenía bebidas frías y aperitivos. La nevera estaba oculta tras una puerta de madera para que no rompiera con la estética del despacho.

Emma supo que aquel lugar era un reflejo de la personalidad de Liam: meticuloso, ordenado y con un gusto exquisito por la tecnología y la historia. Era un espacio que invitaba a la concentración y al trabajo, pero también ofrecía momentos de relax y camaradería.

Según esto, el producto se llama «Nueva Realidad Aumentada» —dijo Liam al mismo tiempo que deslizaba sus dedos sobre la pantalla holográfica, navegando a través de los archivos digitales.

Emma asintió, cruzando sus brazos sobre su regazo y ladeando la cabeza en señal de interés.

Sí, eso es lo que he oído —respondió, mientras sus ojos estudiaban el perfil concentrado de Liam.

Liam frunció el ceño; una leve arruga apareció entre sus cejas cuando analizaba la información en su pantalla.

Pero no sé qué es exactamente —admitió, pasándose una mano por el pelo en un gesto de frustración.

Emma se encogió de hombros, mostrando una pequeña sonrisa irónica curvando sus labios.

Ni yo —dijo, echándose hacia atrás en la silla y mirando a través de las ventanas de cristal hacia la ciudad, que se extendía más allá.

Liam continuó investigando y, poco a poco, fue descubriendo más cosas sobre el producto. Al parecer, la tecnología permitía a la gente interactuar con la realidad a través de unos dispositivos especiales.

Según esto, el producto se conectará a internet y permitirá a la gente ver información de una forma novedosa sobre lo que están mirando —explicó Liam.

¿Como unas gafas de realidad aumentada? —preguntó Emma.

Sí, supongo que sí —respondió Liam—, pero con más funciones. Según esto, el producto permitirá a la gente ver una nueva realidad aumentada y entrar, leo literalmente, en una nueva experiencia inmersiva.

¿Una nueva realidad aumentada? —preguntó Emma.

Sí, eso dice aquí —confirmó Liam—. Parece una tecnología que permite superponer información digital sobre la realidad de una forma novedosa. Lo curioso es que no indica de qué forma, ni de qué tipo de dispositivo se trata exactamente.

¿Y para qué sirve? —preguntó Emma.

Buena pregunta… hace años que existe mucha tecnología del estilo —respondió Liam—. Entiendo que ofrecerán alguna funcionalidad novedosa, pero en este paper no explican mucho más.

¿En serio? ¿Y eso es todo? —preguntó Emma.

¡Claro que no! —sonrió Liam—. Te han dado acceso a un repositorio lleno de ficheros y documentos. Me llevará algo de tiempo leer todo. Aunque… espera…

¿Has visto algo? —quiso saber Emma nerviosa.

He visto una marca en un documento que me resulta familiar —respondió él con la voz temblorosa—. Hacía tiempo que no veía esta firma digital, es curioso.

No me entero de nada —respondió Emma, notando que algo cambió en Liam al ver esa marca.

Voy a intentar rastrear la marca, dame un segundo.

En ese momento, alguien aporreó la puerta. Los dos dieron un salto del susto. Rieron al momento. Emma se acercó a la puerta y la abrió. Entonces se puso muy nerviosa al ver a la persona que tenía enfrente.

Señora Parker… —titubeó Emma—, qué sorpresa verla aquí.

Laura Parker entró sin esperar a ser invitada. Sus modales dejaban mucho que desear, pero se lo podía permitir gracias al poder que había conseguido en los últimos años. Era una persona muy ambiciosa y se caracterizaba por ser fría, como si no tuviera sentimientos. O eso pensaba Emma.

Al cruzar el umbral, Laura reveló su impecable vestimenta. Llevaba un traje sastre de color negro que se ajustaba a la perfección a su esbelta figura y acentuaba su autoridad y poder. La chaqueta tenía solapas puntiagudas y estrechas, y estaba cerrada con un solo botón, dejando entrever una blusa blanca de seda que contrastaba con la seriedad del traje. Sus zapatos de tacón alto, también negros, hacían eco en el suelo al caminar y le añadían un toque intimidante a su presencia.

Su cabello estaba recogido en un moño bajo y pulcro que dejaba al descubierto unos pendientes de oro blanco y diamantes que colgaban discretamente. Su maquillaje era mínimo pero sofisticado, con una línea delgada de delineador negro y labios de un tono rojo oscuro, dándole así un toque seductor a la par que fortaleza.

Emma no pudo evitar sentirse cohibida por la imponente figura de Laura Parker, quien, sin mediar palabra, comenzó a inspeccionar la habitación con una mirada penetrante y desprovista de emociones. Emma sabía que Laura era una mujer de éxito y que no solía dejar que las emociones interfirieran en sus decisiones, pero, justo en ese momento, Emma vislumbró un atisbo de humanidad en sus ojos.

Liam… —dijo Laura con un rostro desconocido para Emma—, cuánto tiempo…

Hola, Laura… —respondió Liam a la vez que se levantaba de la silla y se acercaba a ella.

Liam y Laura se abrazaron. Emma no podía creer lo que estaba viendo. Sabía que se conocían, pero no de una forma tan íntima. ¿Y ver a Laura abrazando a alguien? Notó un nudo en la garganta. Se sentía perdida, no sabía por qué Laura estaba en la oficina de Liam. Nadie sabía que estaban allí, salvo que Liam la hubiera avisado.

Perdona, Emma. —Laura dejó de abrazar a Liam y volvió a cambiar a su rostro normal, frío y serio—. ¿Qué tal lleváis el trabajo de investigación?

Bueno… —respondió Emma—, acabamos de comenzar. Hemos revisado el paper principal, pero hay cientos de recursos en el repositorio.

Creo que no entendiste mi encargo. —Laura endureció su tono. Ahora sí que era la señora Parker como ella la conocía—. Quiero que hagáis una auditoría alrededor del producto, no del propio producto. ¿Es que no me expliqué bien?

Sí…, perdona…, pensábamos… —Emma empezó a sentir miedo. Sabía que a Laura no le gustaba que la contradijeran.

No penséis, haced —aseveró Laura cortante—. Y quiero que Liam se encargue personalmente de esto.

Claro… —respondió Emma.

Laura les dio las gracias y se marchó. Emma y Liam se quedaron solos. Liam se sentó de nuevo frente a su ordenador y Emma se sentó en la silla. Emma no quería creer lo que había visto. No podía creer que Laura fuera capaz de abrazar a alguien. No sabía cómo actuar. No sabía qué decir.

Liam… —balbuceó Emma.

No te preocupes, Emma —la tranquilizó él—. Laura y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. Tenemos un pasado en el que… bueno, mejor dejarlo en el pasado. Pero la conozco bien. No te tomes a pecho sus formas, ella es así. Es demasiado… perfeccionista y quiere tener el control absoluto de todo.

Emma asintió con la cabeza. Habían pasado solo unos días desde que conoció a Liam y pensó que tenían una cierta complicidad, pero, tras ver lo sucedido, no sabía si podía confiar en él por completo. En el mundo actual, conseguir trabajo era una tarea titánica, y Emma solo pensaba en que estaba en una situación muy delicada. Tenía que cumplir con este proyecto lo mejor posible, no podía fallar. No podía permitirse perder esta oportunidad.

Bueno —dijo Emma—, entonces, ¿por dónde seguimos? Por lo que nos ha dicho la señora Parker, tenemos que centrarnos en investigar posibles fugas de información…

Exacto —respondió Liam—. ¿Te parece si revisamos el listado de empleados que conocen el proyecto?

Siguieron trabajando delante del ordenador. Emma tuvo un recuerdo de cómo era el primer ordenador que utilizó. Tendría unos diez años, allá por 2045, y su padre llegó a casa con la caja de 30×30 cm envuelta en papel de regalo.

Qué sorpresa se llevó cuando vio que era el nuevo ordenador, ultraligero. Era un modelo reciente, con forma de cubo de unos veinticinco centímetros de color negro mate. En su superficie, había varios botones para encenderlo, apagarlo y controlar el volumen del audio. La parte superior del cubo tenía una pequeña pantalla rectangular que mostraba los iconos de las aplicaciones disponibles.

Lo que realmente destacaba de este ordenador era su capacidad de proyectar su interfaz en la pared de la habitación. Cuando se conectaba a su base de energía, la imagen se expandía en la pared y se volvía completamente táctil. Aunque la calidad de imagen no era tan impresionante como la de los ordenadores actuales, en ese momento era revolucionaria. La pantalla táctil respondía con rapidez y fluidez a los toques y gestos de Emma y podía mostrar imágenes en color y texto con claridad. En resumen, era una auténtica joya tecnológica en aquellos tiempos.

Veinte años después, su primer ordenador solo podía encontrarse en los museos. Ahora, los ordenadores ya no eran grandes y pesados, sino que eran del tamaño de una moneda y estaban integrados en todo tipo de dispositivos, desde ropa hasta electrodomésticos. Al colocarlos en las bases universales, podían proyectar la imagen en el aire en tres dimensiones, con una calidad de imagen sorprendente.

Los ordenadores ya no tenían pantallas táctiles, sino que funcionaban con interfaces holográficas que permitían interactuar con los objetos virtuales como si fueran reales. Además, se podían controlar con la voz y los gestos sin necesidad de teclados ni ratones.

La velocidad y capacidad de procesamiento de los ordenadores habían aumentado de forma exponencial, permitiendo realizar tareas complejas en cuestión de segundos. La inteligencia artificial se había convertido en una herramienta imprescindible para la mayoría de las empresas y los hogares, ayudando a optimizar procesos y a tomar decisiones más acertadas.

Emma… —dijo Liam de repente, sacándola de sus ensoñaciones—, ¿tienes alguna idea o desconfías de algún compañero de la empresa? Si Laura nos ha encargado esto es porque sospecha de alguien…

No lo sé… —respondió Emma—, pero intentemos investigar todas las opciones. No podemos descartar a nadie.

Emma y Liam trabajaron hasta bien entrada la noche. Liam estaba muy cansado, pero no quería irse a casa. Emma le transmitía una cierta tranquilidad que le gustaba.

Emma —dijo Liam—, ¿te importa si nos tomamos un descanso? Estoy agotado.

¡Claro! —respondió Emma—. Estamos en tu oficina, así que tú mandas. Y yo también estoy un poco cansada, la verdad.

Liam se levantó y se acercó a una estantería diseñada para albergar una impresionante selección de botellas. Allí reposaban, custodiadas como tesoros, botellas de whisky, ron y otras bebidas espirituosas. Cada una, desde las más humildes hasta las más prestigiosas, parecía contar una historia, una reminiscencia del pasado en su etiqueta y su contenido.

¿Quieres tomar una copa? —le preguntó a Emma.

¡Wow! —gritó Emma al ver la colección que tenía en la estantería—. ¿Cuántos años tienen esas botellas?

Algunas de ellas son muy antiguas —sonrió Liam—. Son especiales para mí. Mira, aquí hay una de 2028.

¿En serio? —preguntó Emma sorprendida—. ¿Y siguen estando en buen estado?

¡Claro! —respondió Liam sonriendo—. Las tengo bien conservadas. ¿Quieres probar este whisky?

Bueno, como para negarte ese whisky de más de treinta y cinco años…

Liam le sirvió el whisky a Emma y luego se sirvió uno. Se sentaron en el sofá de la oficina y bebieron un sorbo. Liam tenía la mirada cansada. Emma no le conocía muy bien, pero sentía una complicidad desde el primer momento y esa sensación iba a más.

Liam… —dijo Emma—, ¿te pasa algo?

No, no, no… —respondió Liam rápidamente—, ¿por qué lo dices?

Es que… parece que estás triste o preocupado por algo. Y yo quiero ayudarte si puedo.

Liam la miró a los ojos y Emma sintió que su corazón se aceleraba. Era la primera vez que Liam la miraba de esa forma. Hasta ese momento, Liam siempre la había tratado como una igual, pero en ese momento Emma sintió que Liam la veía de una forma diferente.

Y aunque parecía que Liam iba a contarle algo, prefirió no hacerlo y se levantó del sofá. Luego, se acercó a la ventana y se puso a mirar la ciudad. Emma lo observaba. Era un hombre muy atractivo y tenía una forma de ser tranquila y serena. Emma se levantó y se acercó a Liam.

Liam… —dijo Emma con suavidad.

¿Sí? —respondió este sin dejar de mirar por la ventana.

No sé… —balbuceó Emma—, pero me gustaría… me gustaría saber más de ti.

Liam siguió mirando por la ventana, pero Emma pudo distinguir una pequeña muesca de sonrisa en su rostro.

¿Sobre mí? —preguntó dando un sorbo a su copa—. Por resumirte mucho, soy una persona cansada de la época en la que vivimos. Cansada, pero a la vez entusiasmada por investigar todo lo que hay detrás.

No te entiendo… —respondió Emma extrañada—. Vivimos en la mejor época de la humanidad, después de salir de la Gran Recesión.

Vaya… —Liam dio un respingo al oír eso—, hacía tiempo que no oía de nuevo Gran Recesión.

Yo era una niña, pero recuerdo que fueron tiempos muy complicados. Y gracias a La Salida cambió todo por completo.

Sí… —dijo Liam apenado—, La Salida. Menudo proyecto, ¿verdad? Desde fuera, todo fueron alegrías y celebraciones, pero desde dentro…

Espera, espera —le cortó Emma—, ¿participaste en La Salida? ¿Así conociste a la Sra. Parker?

Exacto —respondió Liam haciendo un movimiento con la copa, como si brindara.

Se hizo un silencio algo incómodo. Emma pensaba que Liam no quería recordar esa época por la razón que fuera. En realidad, a Liam le gustaría haber podido compartir todo, pero se encontraba en un laberinto de recuerdos confusos. Un accidente en su pasado había dejado su memoria fragmentada y constantemente se encontraba navegando por esos fragmentos, tratando de juntar las piezas de su historia.

Pero La Salida fue hace casi veinte años —recordó Emma para cortar ese silencio—. ¿No eras muy joven?

Je, je, je —rio Liam—, eso es que me ves más joven de lo que soy. En aquel entonces tenía veintitantos. Al principio fue una buena experiencia. ¡Menudo trabajo según estaban las cosas! Pero fue un proceso muy pesado, muy complejo…

Liam… —Emma tomó la mano de Liam y notó que estaba fría—, no traigas malos recuerdos si no quieres.

Liam sujetó fuerte la mano de Emma, giró todo su cuerpo y fijó su mirada en ella. Emma sintió un cosquilleo nuevo que le recorría el cuerpo. También fijó su mirada a los ojos de Liam. Sus ojos eran muy intensos y profundos, nunca había tenido esa sensación al mirar fijamente a unos ojos. Ambos, en una sincronía perfecta, empezaron a acercarse el uno al otro, poco a poco. Cuando sus labios estaban a punto de tocarse, ambos notaron que aquello no era del todo correcto. Liam se alejó rápidamente.

Emma…, perdóname… —dijo Liam—, no podemos hacer esto.

Yo… yo… —Emma no sabía qué decir.

Emma, me gustas mucho —afirmó Liam apoyando la frente contra la de ella—, y te conozco de solo unos días… no podemos. No sería correcto.

¿Por qué? —dijo Emma—, ¿es porque soy empleada de la Sra. Parker?

Liam no respondió. Emma no entendía por qué aquello era un problema.

Liam la miró a los ojos y Emma notó que estaba teniendo una lucha interna. En esa lucha interna hubo un claro ganador: el Liam que quería besarla. Se abrazaron y se besaron.

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