15 años antes de la Gran Batalla
Aquella mañana era caótica en el apartamento de los Freeman. Realmente, toda la semana había sido un ir y venir de sentimientos tras conocer el anuncio que había hecho Laura Parker siete días atrás.
Tanto MAI como yo estamos muy orgullosos de todas las familias que se han presentado voluntarias para formar parte de esta nueva misión. Pese a ser el sexto viaje, no por ello es el menos importante…
Como sabéis, estamos logrando hitos que nunca antes habíamos conseguido como humanidad. Hemos alcanzado un nivel de vida inimaginable. Nunca antes, en la historia de la humanidad, las personas habíamos tenido la calidad de vida de la que disfrutamos actualmente. Estamos evolucionando de forma exponencial, pero esta rápida evolución tiene sus consecuencias: gastamos recursos vitales al mismo ritmo. Como ya sabéis, hace ocho años lanzamos el programa de expansión planetaria para conseguir recursos fuera de nuestro planeta. La Tierra debe ser nuestro hogar, no podemos seguir exprimiéndola como siempre hemos hecho…
Aunque hace cuatro años logramos establecer los primeros asentamientos cien por cien automatizados en otros planetas, precisamente durante estos últimos cuatro años hemos avanzado enormemente en lo más difícil: asegurar la viabilidad biológica en cada asentamiento. Y gracias a todos vosotros lo estamos logrando…
Y no penséis que es únicamente gracias a MAI. Todos vosotros, todas estas familias que tengo enfrente, tan valientes y decididas, que se atreven a cambiar completamente su día a día por el bien común…
Procedo en este momento a leer las identificaciones de las familias seleccionadas por MAI. Quiero recalcar a aquellas familias no seleccionadas que seguirán en el programa de selección. Por favor, no lo toméis como una derrota. Los transportes son limitados y tenemos que hacer una selección, pero la calidad de todas las familias es indiscutible…
Y, entonces, Rose y William, escucharon su identificación: «Familia Freeman Weird, con identificador H5744…».
—¡Lo hemos conseguido, cariño! —gritaba entusiasmado William a su esposa mientras se abalanzaba hacia ella para abrazarla.
—¡No me lo puedo creer! —dijo ella con lágrimas en los ojos.
John estaba junto a ellos, también contento, pero no entendía del todo lo que ocurría. Por aquel entonces tenía diez años. Sabía que era un momento importante para sus padres, pero él tenía sus reservas. No le habían contado mucho, pero conocía lo importante: sus padres y él habían sido seleccionados para ir a vivir a otro planeta.
Siete días después del evento de selección, John estaba en su habitación, sentado sobre su cama, pensativo. Había sido una semana de locos. Sus padres estaban de los nervios, entusiasmados por la situación y, aunque en parte John compartía esa felicidad, notaba cierta tristeza su interior.
Se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. Un ventanal enorme de tres metros de altura y dos de anchura. Vivían en uno de los mejores distritos del núcleo urbano. Y no solo en el mejor distrito, sino en uno de los mejores edificios. Eran propietarios de la planta cincuenta y nueve.
Desde su habitación podía ver la torre de Parker Enterprises, tan imponente como siempre. No todas las familias del nuevo mundo controlado por MAI podían presumir de semejante localización.
El apartamento de los Freeman era un reflejo del futuro que Laura Parker y MAI habían tejido para la humanidad. La estancia principal era un espacio diáfano, amplio y luminoso, dominado por una paleta de colores neutros que oscilaban entre el beis y el blanco puro. La luz del Sol entraba filtrada a través de las ventanas inteligentes, capaces de ajustar su transparencia según las condiciones atmosféricas o el ánimo de los residentes. El techo, incrustado con nanofibras de cristal líquido, proyectaba un cielo artificial que se adaptaba a la hora del día, desde un azul celeste hasta un tono melocotón al atardecer.
Las paredes eran paneles táctiles desde los que se podía controlar todo, desde la temperatura hasta el aroma del ambiente. Estaban adornadas con pantallas de alta definición que mostraban obras de arte clásicas y contemporáneas, cambiando cada pocos minutos para evitar la monotonía visual. El mobiliario estaba diseñado para fusionarse con el entorno, con contornos suaves y materiales ecológicos. Cada mueble era funcional, aunque impersonal, como si la ergonomía hubiera triunfado sobre cualquier intento de personalización.
La cocina, integrada en el salón, era un estudio de eficiencia. Todo estaba oculto detrás de superficies lisas que se abrían con un gesto de la mano. Diferentes tipos de robots asistentes podían realizar cualquier tarea del hogar, desde la organización y limpieza hasta la preparación de cualquier plato en minutos, pasando por la seguridad de la vivienda.
Lo que más llamaba la atención era el silencio, pulcro y absorbente, gracias al aislamiento acústico que ahogaba cualquier ruido. Este silencio se veía interrumpido solo por los suaves zumbidos de los drones domésticos que iban de un lado a otro, manteniendo todo en perfecta armonía.
John sabía que su buena situación se debía en gran parte por sus padres. Su madre, Rose, era licenciada en Química y Farmacia con especialidad en Biotecnología. Su padre, William, era un físico de partículas muy demandado. La gran experiencia de ambos en sus campos siempre había sido de agrado para MAI. Y cuando la IA o Laura se fijaban en alguna persona de interés, siempre conseguían tener a esta persona cerca de ellos.
Pero él era solo un niño y no podía comprender todo lo que ocurría a su alrededor. Se sentía dividido. En su corta vida no había experimentado otro mundo que no fuera este utópico sueño tecnológico. Había crecido en una era dorada de posibilidades ilimitadas, en la que la enfermedad, la pobreza y el conflicto parecían pertenecer a un pasado remoto. Sus profesores hablaban de la Gran Recesión como si fuera una fábula, una historia de advertencia sobre lo que la humanidad nunca debía volver a ser.
Su rostro juvenil, con cabello castaño claro y profundos ojos grises, se reflejaba en el cristal de la ventana. Las mejillas ligeramente ruborizadas acentuaban su expresión pensativa mientras se preguntaba si alguna vez volvería a ver esas calles, esos edificios y ese cielo. La puerta de su habitación se abrió y William, su padre, entró. Con su barba bien cuidada y su mirada intensa, percibió de inmediato el aire de melancolía que envolvía a su hijo. Sus ojos marrones claros, llenos de comprensión, se posaron en John mientras se acercaba.
—Te noto pensativo, hijo. ¿Qué sucede? —preguntó William, poniendo su mano sobre el hombro de John.
—Estoy contento, papá —respondió John, algo dubitativo—, de verdad que sí. Es solo que… ni siquiera me has dicho el nombre del planeta al que vamos.
William sonrió, entendiendo el dilema emocional de su hijo.
—Tienes razón. Ven, vamos a sentarnos —dijo mientras ambos se sentaban en la cama de John—. Entiendo tus miedos, hijo, pero quiero que sepas que estamos viviendo un momento histórico: somos parte del sexto grupo de familias que abandonará la Tierra con el objetivo de establecer las bases de nuevas sociedades en otros planetas. Esto es monumental, John.
—Lo sé —asintió John—. Aun así, no puedo evitar preguntarme cómo será la vida allí. Aquí todo es genial…
—Y esa es justo la clave, hijo mío. Hemos alcanzado grandes cosas aquí en la Tierra, pero tenemos que expandirnos para poder sostener todo esto. La Tierra no puede soportar tantas extracciones, no dispone de tantos materiales ni de tanta energía, espero que lo entiendas.
—Eso lo entiendo, ya me explicaste que necesitamos no solo muchos más recursos, sino explotar nuevos materiales que MAI ha localizado en otros planetas… ¡Pero sigo sin saber cómo se llama el planeta al que vamos! — exclamó John sonriendo a su padre.
—Ja, ja, ja. Deja que te lo explique mejor —dijo William preparándose para su disertación, disfrutando de ese momento con su hijo.
»Durante los últimos años, MAI ha estado ocupado mucho de lo que la mayoría de las personas cree. No solo ha estado ayudando a mejorar nuestra calidad de vida aquí en la Tierra, sino que también ha estado preparando el escenario para lo que vendrá después. Hasta ahora, se han establecido colonias en cinco planetas diferentes, cada uno con características únicas y oportunidades especiales.
John asintió, absorto en cada palabra.
—Esos planetas fueron cuidadosamente elegidos y preparados por robots y sistemas automatizados. Construyeron desde centrales energéticas hasta escuelas y hospitales. Cuando MAI determinó que los asentamientos eran óptimos y sostenibles, entonces decidió que era el momento de llevar vidas humanas a esos planetas. En cada etapa lleva a cien familias, repartidas entre los cinco planetas, veinte para cada uno. A nosotros nos ha tocado ir a la estrella Próxima Centauri, la segunda más cercana al Sol después de Alfa Centauri. Forma parte de un sistema estelar que tiene varios planetas, pero el que nos interesa se llama Neolysium.
—¿Neolysium? —repitió John, saboreando el nombre.
—Exacto. Neolysium es un planeta que tiene una atmósfera respirable, similar a la de la Tierra, pero con una mayor concentración de gases raros que podrían ser útiles para futuras tecnologías. Además, las propiedades del suelo son ideales para la agricultura y se ha detectado la presencia de metales que aquí, en la Tierra, son escasos. Cada planeta tiene sus desafíos, claro, como adaptarse al ciclo de día y noche de Neolysium, que es un poco más corto que el de la Tierra. Pero esas son las aventuras que nos esperan.
Los ojos de John se iluminaron. Podía ver el entusiasmo en el rostro de su padre mientras detallaba las implicaciones científicas.
—El sistema Próxima Centauri es fascinante, especialmente para alguien como yo, un físico de partículas. La estrella principal produce emisiones que estamos empezando a comprender y que podrían desbloquear nuevos modelos de energía. Su comportamiento cuántico es algo que ni siquiera hemos empezado a rascar en la Tierra. Podría ser revolucionario, John.
»Y para tu madre, Neolysium es una mina de oro de posibilidades. Ya se han encontrado en el suelo compuestos orgánicos que podrían tener propiedades medicinales. Además, los ecosistemas fluviales tienen una alquimia química distinta, pero compatible con la vida tal como la conocemos. Tu madre podría estar a la vanguardia del desarrollo de nuevos medicamentos o tratamientos de salud. Imagina las vacunas o antibióticos del futuro saliendo de nuestras nuevas tierras…
»Es más: el sistema en sí tiene otros planetas y lunas que todavía no hemos empezado a explorar. ¿Quién sabe qué más podríamos encontrar allí? Tal vez, materiales exóticos que podrían cambiar la forma en que entendemos la física o incluso la clave para la fusión sostenible. Estamos hablando de un salto exponencial en nuestra comprensión del universo y nuestra habilidad para vivir en él.
John se estaba entusiasmando con las explicaciones científicas de su padre. Quería seguir escuchándole, pero de repente entró su madre en la habitación. Rose, con su presencia tranquilizadora y sus ojos marrones reflejando sabiduría y calidez, se acercó a ellos. Su cabello ondulado recogido de manera práctica y su sonrisa serena aportaban una sensación de calma a la habitación.
—¿Todavía estás así, John? —dijo su madre con una sonrisa, señalando a su vestimenta—. Nos queda una hora, ¡venga! ¡Vístete con el mono oficial y salimos!
Mientras John comenzaba a vestirse, echó una última mirada al ventanal: ya no vería más la torre de Parker Enterprises desde esa perspectiva, ni tampoco la metrópolis que se extendía bajo sus pies. Sin embargo, las palabras de su padre aún resonaban en su cabeza, llenándole de una esperanza y entusiasmo renovados. Tal vez no sería tan malo, después de todo. Quizá, él mismo podría desempeñar un papel en esta nueva fase de la evolución humana.
Con el mono oficial puesto, un traje de color marrón oscuro con el logotipo de MAI bordado en el pecho, se vio a sí mismo como un pionero, un explorador espacial. Se sentía listo.
Rose miró a su hijo vestido y sonrió.
—Estás guapísimo, cariño. ¿Estás bien?
—Estoy listo, mamá. —John devolvió la sonrisa.
Ella se acercó para darle un abrazo, pero se detuvo al recordar algo.
—Espera, hemos olvidado una cosa.
Rose se dirigió a su dormitorio y regresó con una pequeña caja.
—Era de tu abuela. He pensado que podrías llevarlo contigo como un recuerdo de la Tierra… y de quiénes somos.
John abrió la caja y dentro encontró un pequeño relicario de plata. Al abrirlo, vio una fotografía de toda la familia, incluida su abuela, que había fallecido años atrás.
—Llévalo contigo, John. Ella estaría muy orgullosa de verte ahora —dijo Rose con un tono emotivo.
William, que había estado observando la escena, sintió un nudo en la garganta. «Estamos haciendo historia, pero siempre debemos recordar de dónde venimos», pensó.
La familia Freeman se dirigió hacia la puerta. Bajaron en el ascensor de la torre de apartamentos donde habían vivido durante los últimos cinco años. Durante el recorrido desde la planta cincuenta y nueve hasta la planta cero, los tres estaban en silencio, sumidos en sus propios pensamientos y reflexiones. Al llegar a la planta baja, fueron recibidos por el portero robot, un modelo Butler-3 de aspecto elegante y funciones sofisticadas.
—¡Buena suerte, familia Freeman! —dijo el robot con una entonación casi humana: estaba programado para expresar calidez y cortesía.
—Gracias, B3. Cuídate —respondió Rose, quien siempre se maravillaba de lo lejos que había llegado la tecnología.
Al salir del edificio, un coche autónomo ya los estaba esperando. Cargaron su escaso equipaje. «Supongo que Neolysium tendrá todo lo que necesitemos», pensó John.
El coche se puso en marcha y atravesaron la metrópolis. El Sol se estaba poniendo y el cielo se teñía de tonos naranjas y rosas mientras se reflejaban en los rascacielos de cristal y en las pantallas de hologramas publicitarios. Vehículos aéreos surcaban el cielo, las calles estaban llenas de gente y robots interactuando de formas que John sabía que sus antepasados jamás podrían haber imaginado.
Finalmente, llegaron al Distrito 3, donde se ubicaba la base espacial. Era de noche y las luces del complejo iluminaban el cielo. John miró por la ventana del coche autónomo y vio los cohetes alineados en la plataforma de lanzamiento. Se quedó absorto, impresionado por la magnitud de lo que estaba a punto de suceder.
—Hemos llegado —dijo el coche autónomo, deteniéndose frente a la entrada principal.
La familia Freeman desembarcó y se dirigió hacia la sala de espera, donde otras familias aguardaban su turno para embarcar en la misión que cambiaría sus vidas para siempre.
Un robot humanoide se acercó a la familia, con una sonrisa simulada en su rostro artificial.
—¡Bienvenidos, familia Freeman! —dijo el robot, entusiasmado—. Por favor, síganme a la Zona C. Es la zona de embarque destino a Neolysium.
Al llegar a la Zona C, se encontraron con decenas de familias, todas inmersas en conversaciones animadas. El ambiente estaba cargado de felicidad y expectativas, como si todos pudieran sentir que eran parte de algo verdaderamente monumental.
—¿Cuánto tiempo durará el viaje? —preguntó John mirando a sus padres.
Rose y William se miraron entre sí antes de admitirlo.
—La verdad, hijo, no lo sabemos.
John se dirigió al robot que los había guiado y le planteó la misma pregunta.
—Ah, eso es una sorpresa —respondió el robot, manteniendo su sonrisa simulada—. Lo sabréis en breve.
Justo entonces, al fondo de la sala, una gigantesca pantalla holográfica se activó. La imagen en 3D era tan clara que parecía como si Laura Parker, la cara pública de MAI, estuviera realmente allí.
—Bienvenidos, valientes viajeros —comenzó—. Gracias por ser parte de esta hazaña histórica. Sé que muchos de ustedes se están preguntando cuánto tiempo les llevará llegar a Neolysium. La razón por la que no se ha divulgado esta información es que es altamente confidencial.
Laura hizo una pausa antes de continuar.
—Gracias a los avances impulsados por MAI, hemos desarrollado una nave espacial equipada con una versión mejorada del motor de curvatura de Alcubierre, que se beneficia del entrelazamiento cuántico. Eso significa que, una vez que se encuentren a una distancia segura de la Tierra, activaremos el motor y llegarán a Neolysium en apenas quince minutos.
La sala se llenó de murmullos emocionados y susurros incrédulos.
—Para que lo entiendan mejor, el motor de curvatura crea una burbuja espaciotemporal alrededor de la nave, lo cual nos permite saltar a través del tejido mismo del espaciotiempo. El añadido del entrelazamiento cuántico optimiza este proceso al sincronizar la nave y Neolysium a nivel cuántico, lo que garantiza un viaje extremadamente preciso y eficiente.
»Además, nuestra versión mejorada del motor ha minimizado drásticamente la necesidad de energía negativa o materia exótica para mantener abierta la burbuja de espaciotiempo, lo que lo convierte en una forma de viaje mucho más sostenible y segura. Este motor no solo nos permite viajar a velocidades que antes considerábamos inimaginables, sino que también ha sido diseñado teniendo en cuenta las leyes físicas y químicas específicas que rigen los distintos entornos en los que operaremos. Por lo tanto, estaremos en armonía con las condiciones naturales de Neolysium, lo cual es crucial para la supervivencia y el progreso de nuestra nueva sociedad.
La multitud rompió en aplausos y Laura concluyó su discurso.
—Nos vemos en Neolysium. Estamos a punto de hacer historia… juntos.
Las familias aplaudían y jaleaban al tiempo que se abrían varias puertas, cada una con un ascensor con destino a una planta de la nave.
La nave era un coloso del diseño aeroespacial, un testimonio al genio humano y a la tecnología más avanzada jamás concebida. Si alguna vez había una nave digna de hacer historia, esa era la que estaba frente a ellos.
La estructura se dividía de forma muy específica: el cuarenta por ciento de la nave estaba dedicado a las áreas de vida y trabajo, y el otro sesenta por ciento estaba ocupado por un conjunto de revolucionarios propulsores.
Dentro de la sección de habitabilidad, treinta pisos se apilaban como una torre de ingeniería y diseño ergonómico. Cada piso estaba destinado a una familia y contaba con todo lo necesario para la vida y la investigación científica. Los diez pisos restantes eran para almacenamiento, salas de control, laboratorios y espacios comunitarios.
Lo que realmente diferenciaba a esta nave de cualquier otra eran sus propulsores. No eran propulsores ordinarios, sino sistemas de propulsión cuántica hipereficientes que utilizaban un tipo de combustible basado en la fusión fría de isótopos de helio-3. Este material, extraído de la Luna y de asteroides cercanos a la Tierra, permitía un método de propulsión extremadamente limpio y sostenible. Además, el calor residual de la fusión se reciclaba para alimentar otros sistemas en la nave, aprovechando cada gota de energía producida.
Para complementar esta eficiencia, cada propulsor estaba revestido con un material nanocompuesto, capaz de absorber y almacenar energía solar, convirtiéndola en una fuente de energía adicional que podía usarse en caso de emergencia o para tareas que requirieran un aumento de potencia.
Lo más espectacular era el motor de curvatura de Alcubierre con entrelazamiento cuántico en la base de la estructura de propulsores. Esta maravilla tecnológica se encontraba en una cámara de aceleración de partículas en miniatura, encargada de generar los campos gravitatorios necesarios para doblar el espaciotiempo. Al ser una mejora del motor de Alcubierre original, estaba diseñado para sincronizarse a nivel cuántico con Neolysium, lo que permitía un viaje más rápido y preciso.
Al llegar a su planta, la familia Freeman se encontró con un espacio que desafiaba todas las expectativas de lo que sería vivir en el espacio. La estancia estaba diseñada para ser funcional y cómoda. Las paredes eran de un material que imitaba la madera, un guiño a los hogares tradicionales en la Tierra. Las ventanas tenían doble funcionalidad. Una, como una propia ventana al exterior; la otra, como pantalla holográfica que podía cambiar para mostrar vistas de la Tierra o cualquier otro paisaje espacial.
En el centro de la sala había una mesa modular, flanqueada por asientos de apoyo ergonómico, que también servían como estaciones de trabajo. A un lado, una estantería llena de materiales de lectura y equipos de investigación. Una pequeña cocina estaba alineada contra otra pared, equipada con un replicador de alimentos que podía sintetizar platos de base molecular. Todo estaba preparado para la vida y el trabajo en el espacio, William no pudo evitar sentir que estaban en el lugar perfecto.
—Es hora de despegar —dijo Rose, emocionada.
Los tres se sentaron en los asientos de lanzamiento, diseñados para minimizar el impacto de la aceleración en sus cuerpos. Cada uno de ellos se puso los cinturones de seguridad, que emitían un ligero zumbido al ajustarse automáticamente. Se dieron las manos al tiempo en que una voz anunciaba la cuenta atrás desde el sistema de comunicación de la nave:
«10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… Buen viaje, familias».
John miró por la ventana justo cuando los propulsores de fusión fría entraban en acción. La metrópolis futurista que habían llamado hogar se alejaba cada vez más rápido, convirtiéndose en un tapiz brillante de luces. La atmósfera de la Tierra se difuminó, dando paso al oscuro lienzo del espacio exterior.
Justo cuando pensaba que no podía estar más maravillado, sintió un ligero tirón: era el motor de curvatura activándose. El espacio mismo parecía retorcerse y la percepción del tiempo se distorsionó durante unos segundos, que parecían eternos y fugaces al mismo tiempo.
Un resplandor de luz se mostró a lo lejos, convirtiéndose rápidamente en una espiral brillante que se retorcía alrededor de la nave. Los viajeros se sentían como si estuvieran cabalgando en un rayo de pura energía, cruzando distancias que antes se consideraban insuperables.
Tras unos minutos de viaje, tan rápido como había comenzado, terminó.
El motor de curvatura se apagó y John pudo ver por la ventana un nuevo planeta que desafiaba toda descripción. Neolysium se reveló ante él como una joya cósmica en un océano de estrellas. La atmósfera del planeta vibraba con tonos iridiscentes de azul y verde, casi como si ese mundo entero estuviera vivo y respirando. Aquí y allá, masas de nubes blancas como algodón danzaban sobre océanos centelleantes, reflejando los tonos dorados y escarlata del sol vecino. Cadenas de montañas cubiertas de un follaje de tonos que nunca había visto en la Tierra dibujaban sinuosos patrones sobre la superficie, intercaladas con llanuras de colores brillantes que parecían extenderse hasta el infinito.
Más allá, pudo vislumbrar lo que parecían ser estructuras artificiales, quizás colonias y edificios que robots y sistemas automatizados habían estado construyendo para preparar su llegada. Pero lo que más capturó su imaginación fue un enorme anillo de luz que orbitaba el planeta, un halo de pura energía que parecía ser tanto una obra de arte como una maravilla tecnológica.
Los ojos de John se llenaron de lágrimas. No de tristeza, sino de un asombro tan puro y profundo que amenazaba con desbordarle. En ese instante, confirmó que estaban en el lugar correcto, que todas las decisiones que los habían llevado hasta allí estaban justificadas. Miró a sus padres, quienes también estaban cautivados por la visión del nuevo mundo que sería su hogar.
Habían llegado a Neolysium. Estaban en casa.